CENIZAS

Cinco caras contra el fuego de la chimenea en medio de una noche oscura. Cinco miradas perdidas en las llamas que destruyen la madera y sólo dejan cenizas y carbón. Todos, hombro con hombro, estrechos, en un mismo pequeño sofá.
La música en los parlantes se torna melancólica, casi como si el aleatorio también palpara aquel momento, sabiendo que justo aquella canción que sonaba haría que uno de ellos silenciosamente comenzara a llorar al recordar algún pasado que, incluso, a los otro 4 aun les costaba aceptar. Pero es que, ante todo, eran ellos mismos; el calor del fuego había quemado la máscara que a diario les envolvía la cara, entonces no quedaba nada que esconder.
Y mientras aquella canción hacía llorar al de la esquina derecha, la chica que le seguía, la de pelo ondulado y cara redonda, sonreía al lograr por fin atrapar una amistad de muchos años en un momento. Y así, cogiéndola entre las manos y sin que nadie se diera cuenta, la guardó en el bolsillo.
El de en medio, con la cabeza de la chica del lado en su hombro, miraba como ninguno la madera, preguntándose quizás por el amor, por la amistad, por aquella sustancia dentro de la madera que misteriosamente la hacía arder; tratando de entender, en medio de una mente llena de números y figuras, cosas que tal vez tan sólo Dios le llegaría a explicar.
Y entonces quedaban los últimos dos, a ellos los unía algo más que las piernas que chocaban en aquel sofá. A ellos los unía el entender la soledad. Ella, volviendo aquel momento una historia, con su personalidad libre como su pelo siempre suelto y él, escondiendo como siempre tantos pensamientos y anhelos debajo de su pijama de ovejas, tenían miedo pues sabían que pronto la madera se tornaría en carbón, en ceniza, luego pasaría una noche, una semana y de nuevo volverían al frío de la capital, la cual este semestre les guardaría retos más grandes que la misma soledad.
Alguien se acerca a tomar una foto, nadie habla ni deja de mirar al fuego y el momento queda paralizado para siempre. Luego el tiempo se encargará de irlo sepultando entre papeles, entre viejos baúles de recuerdos y álbumes de fotos hasta que entonces un día, llegarás del trabajo con los pedazos de una máscara en tus manos y una frase resonando entre tus oídos, así como resonó en los pasillos de aquellas frías oficinas
¿Sabías que aquella escritora, la que fue amiga tuya en la juventud, ha muerto ayer de un disparo al corazón?
Una lágrima cae en la foto, nubla la imagen, hace inolvidable el recuerdo de aquellas cinco miradas contra el fuego, de las cuales ahora sólo queda la de él mirando una vieja foto...

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